Abrió la mano y se le cayeron, uno a uno, los pedazos del corazón.
Que más podía hacer una moneda entre sus dedos,
menos brillar.
Demasiada ternura en la suciedad de la piel
y esa profundidad en sus ojos.
Demasiado vacío para tanto lleno.
Demasiada risa para tanto dolor.
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