Nuestras acciones hablan por nosotros, nos definen.
No deberíamos realizarlas sin pensar en las consecuencias, porque el solo hecho de hacerlo y equivocarnos puede ser perjudicial para nuestro ser.
Sin embargo y a menudo es lo que pasa, porque no estamos exentos del olvido y la equivocación.
Tendríamos entonces que reveer el error. Porque es la naturaleza de nuestras fallas la que nos lleva a intentar superarnos y entonces no debiéramos insistir sobre el fracaso.
Porque tendríamos que pagar nuestra deuda al mundo. Y su precio es alto, y consume lágrimas de aquello que no se sabe con certeza pero que se ha hecho con la ceguera del iluso y la audacia del que no sabe.
Y se sufre aunque cueste comprenderlo.
Ayer leí tus palabras, me pregunté si mi respuesta sería un error.
Luego de reflexionar decidí que lo mejor sería responderte.
No dejaré sin contestar tu carta. Y entonces tal vez pueda sentir que no todo ha sido en vano y que al menos una carta es una buena excusa para no alejarse y llegar a un acuerdo.
Pero entonces un acuerdo es como resignarse a tener la razón en pequeñas cuotas, es decir, solo una parte de ella. La razón entera no es algo que pueda tenerse en su totalidad. Solo percepciones e indicios de sus pequeñas partículas que en ciertos casos no llegan nunca a formar un todo.
La razón y el fracaso no siempre vienen juntos. Fracaso y error son indisociables, aunque su convinación pueda ser negativamente positiva a nuestras vidas. Claro que no siempre tenemos la claridad para verlo.
Claro que casi nunca podemos verlo porque cuando de tomar pequeñas partículas de experiencias se trata, es todo o nada.
Podríamos tal vez, tomar de aquí y de allá, al menos sustancias pequeñas de vivencias vividas exitosamente.
Picotear un poquito de cada minuto ejercitado, para que la próxima vez, el fracaso no pueda vislumbrarse y el error no duela tanto.
Luego estamos de acuerdo en que lo de picar no tiene ningún aliciente, porque no se disfruta y encima se acumula.
El cuerpo se vuelve gordo de fracaso y la gloria no se alcanza.
Y el equilibrio no se consigue y además, no siempre es la mitad.
Y entoces sí, pensamos igual, a pesar de tu carta.
Cuando de amor se trata, entonces, acordamos...es todo o nada.
Y anotar el error, siempre sabrá a final del juego.
Sortilegios cotidianos
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