A esos locos bajitos...
Es esa sensación de liviandad con la almohada.
Es saber que a pesar de la sal y la despedida, uno pudo darlo todo.
Es verlos crecer y crecernos juntos.
Es el cansancio extremo, invertido en esa rara combinación de protección y libertad.
Es sembrar. Regar. Cosechar. Emocionarse.
Es una manito que se extiende para seguir recorriendo el camino.
Un beso de dulce de pan fresco.
Un abrazo dado a tiempo y muchas dudas que se esfuman con la respuesta hecha sonrisas en el vínculo que late fuerte y maduro.
Es cada palabra nueva pronunciada y cada cambio de actitud convertido en un ¨darse cuenta¨.
Es comenzar a sentir que una lágrima inunda el ojo y observarse rodeada por ellos al percibirlo. Es no estar sola. Es ser importante. Es quererlos y dejarse querer.
Es todo esto y mucho más...
Son las recompensas que envuelven la niñez y el trabajo de maestra.
Es saber que algo se modificó, que una puerta se abrió, que algo está brotando y que hay cielo para todos por igual.
Son esos ojos fijos que me miran, y conocen y reconocen y entienden el esfuerzo y el amor, y traen bajo sus brazos, el agradecimiento más esperado y el fruto más digno.
Es verlos brillar en su esencia. Saber que se irán, y pensar, y sentir, que a pesar de todo y sin embargo, valió la pena.
3 comentarios:
me encantó Coni, no sé si sos maestra, pero si no lo sos merecerías serlo por cómo trasmitis la relación con los niños. Muy bueno.
besos
Que hermoso texto Coni!!
Me encantó la foto también, no parece una foto, da la sensación de que uno le está llevando la torta a los chicos :-)
La Salgado trasunta alma de maestra. Si no lo es, seguro en su interior late el corazón de una docente.
Publicar un comentario