¨Me reflejo en otras pupilas. Me someto a las igualdades subjetivas de las miradas diferentes...¨

Sortilegios cotidianos

sábado, 21 de julio de 2007

Del porque de los conjuros...

Es diciembre veintiuno, de setentaicuatro primaveras celestes de ningún jacarandá.
No cree en los horóscopos pero si en las estrellas. Escribe por todas aquellas cosas esenciales que no sirven, ni servirán jamás. De ahí el motivo de sus conjuros y sus pupilas consumistas de sentidos.
Es maestra de personas muy pequeñas y muy grandes a la vez. Sabias, vulnerables e incomprendidas. Se acerca a ellas por la verdad en sus ojos y su poca distorsión de humanidad. Por eso enseña. Por eso vive.
No puede a veces dormir, pensando en el destino. Menuda palabra, que no existe.
Desconfía de la violencia en un puño, y prefiere la razón a lo irascible. El alma al diablo. O al diablo con el alma cuando el amor carece de respeto y fidelidad. Cree en los vínculos que perduran por amistad de palabras y capacidad de conjunción de diferentes bajo un mismo cielo de desigualdades. Pero sabe, muy a pesar de su querer que nada puede durar para siempre. Ni conjugarse irremplazable, en un mundo de suplencias rotativas y ausencias sin aviso y trascendencia dudosa de adióses inevitables, tan necesarios como los puntos finales. Mirá la nube de letras, de perfume de hojas blancas y olor a cuento y poesía barnizada de pasado de jazmines y rosas con pétalos de hiel, de algún planeta que espera, todavía, conquistar.
Y a su paso, confía, mas allá de sus creencias y sus debilidades inquebrantables.
Y se pinta de púrpura, y se baña de sal, de muecas de incertidumbre, de lunas llenas de vacíos y hastío y apego inoportuno. Inevitable de ser. De risas compartidas y sangres comunes desistiendo contra la corriente.
Y se disfraza de alas blancas.
De papiro y nudos de mar.
Y vuela. Sin rumbo, mapas o caminos premeditados.
Con esquirlas de cristal en la mirada, y azul tinta en la huella dactilar.

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