Sortilegios cotidianos
jueves, 20 de diciembre de 2007
Navidad
La mujer era morocha y el niño que cargaba en sus brazos también lo era. No pedían beneficios a cambio de una lágrima sino sueños perdidos. El color bronce de los dedos prejuzgaba al antifrión de la calle, pero silenciaba el dolor de quienes no tienen nada que perder.
Abrían y cerraban, estadísticamente inclinados al fracaso con timidez.
Así, acostmubrados al destino asignado, consumían el paso de los días, sin reflexión alguna.
Bajaban la cabeza, para mirar el suelo sin orgullo, y volver a intentarlo, condenados al rechazo perpetuo y aparente de los que no se animan, o ya no pueden sentir.
La fiesta se presentaba restricta y los alimentos sucumbían la utopia de ser hoy carne o hueso, cartón o cristal.
En la quietud de lo inexplicable, los ojos hablaban el idioma perturbador de la pobreza. Las dos caras de la moneda y ninguna alcancía abierta para comprender la dispariedad de los sucesos.
De todas formas, así ha sido siempre.
El equilibrio ausente, cada año.
Incertidumbres y soy parte, de ese mundo ilógico y pienso, de todas formas, cuando los veo ahí y me pregunto que se festeja, a pesar de disfrutar de los adornos y la época victoriana, sin evolución alguna.
Te toca o no te toca. Que ganas de llevarte flores a la mesa. Que deseo sentido de que la palabra ilusión no sea solo eso.
Cuan faltos de motivos nos sumergimos en la vorágine del materialismo sin detenernos a proyectar fines humanos.
Los únicos que pueden salvarnos. Nacernos.
Cuanto oro encerrado en catapultas somnolientas y cubiertas de hipocresía. Cuanto caliz por derretir.
Entonces, somos pobres también, y ciegos de la vida.
Las uñas llenas de barro. Suciedad en cuotas a cada centímetro de piel. Zapatillas rotas y nadie que los reciba en nochebuena. El estómago crujiente y los piojos sedentarios de su polvo, compañeros de su ausencia...
El contraste absurdo de las fiestas.
El espíritu diverso, el aire caliente y la brisa suave del verano con olor a jazmínes.
La magia, a pesar de todo.
Y el vacío de esos ojos, que tienen hambre y miran brillantes las lucecitas blancas a la espera de otra imagen, que suprima la fotografía reiterada y egoísta de relojes, billetes y regalos falsos.
No me digas felicidades en estas fechas porque lloro.
Porque para aquellos que derraman ternura triste en sus manos austeras, todo el año debería ser Navidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Etiquetas
- Cuentos para bajitos con sueños (1)
- de la catarsis (1)
- de la magia (2)
- De la música (1)
- de la patafísica (1)
- de la realidad (24)
- de las despedidas (1)
- De las incertidumbres (36)
- de lirios blancos (21)
- de lo cotidiano (2)
- De los aprendizajes (28)
- De los conjuros (16)
- de papel (2)
- dedicados (10)
- Del amor (97)
- del ayer (4)
- del dolor (3)
- del futuro (1)
- del mundo a mis pies... (7)
- del surrealismo (1)
- del tiempo (3)
- Experimentos de taller (1)
- Matías Acosta y Coni Salgado (1)
- Novela (3)
- Poesías en puntas de pie (1)
Para leer...
- mayo 2007 (7)
- junio 2007 (12)
- julio 2007 (16)
- agosto 2007 (21)
- septiembre 2007 (13)
- octubre 2007 (13)
- noviembre 2007 (7)
- diciembre 2007 (17)
- enero 2008 (15)
- febrero 2008 (10)
- marzo 2008 (8)
- abril 2008 (8)
- mayo 2008 (9)
- junio 2008 (5)
- julio 2008 (4)
- agosto 2008 (5)
- septiembre 2008 (5)
- octubre 2008 (4)
- noviembre 2008 (7)
- diciembre 2008 (8)
- enero 2009 (1)
- febrero 2009 (2)
- marzo 2009 (7)
- abril 2009 (4)
- mayo 2009 (9)
- junio 2009 (4)
- julio 2009 (2)
- agosto 2009 (1)
- octubre 2009 (1)
- diciembre 2009 (1)
- enero 2010 (3)
- febrero 2010 (4)
- marzo 2010 (1)
- abril 2010 (1)
- julio 2010 (10)
- septiembre 2010 (1)
- diciembre 2010 (1)
- marzo 2011 (1)
- abril 2011 (1)
- noviembre 2011 (1)
- abril 2012 (1)
- mayo 2012 (2)
- junio 2012 (2)
- julio 2012 (1)
- agosto 2012 (1)
- septiembre 2012 (1)
- julio 2013 (1)
- abril 2014 (1)
1 comentario:
Si hay algo cierto en estas fechas "tradicionales", son las reflexiones. Esta es muy emotiva y bella por su concepción humanista. Lo difícil será siempre abrirle la puerta a "ese" que nos muestra el rostro de la desesperanza que arrastra desde la cuna y llevará consigo hasta su final. La insensibilidad como la miseria y el horror, no tienen color de piel. Abrir los ojos todos los días es duro pero es la forma de no permanecer al margen del dolor. Nadie vive en una torre por encima de los demás y estas cuentas de la realidad a veces llegan. Muy estimulante, Coni Salgado.
Publicar un comentario