¨Me reflejo en otras pupilas. Me someto a las igualdades subjetivas de las miradas diferentes...¨

Sortilegios cotidianos

domingo, 19 de septiembre de 2010

Navidad

La mujer era morocha y el niño que cargaba en sus brazos también. No pedían beneficios a cambio de una lágrima sino sueños perdidos. El color bronce de los dedos prejuzgaba al antifrión de la calle, pero silenciaba el dolor de quienes no tienen nada que perder.
Abrían y cerraban, estadísticamente inclinados al fracaso con timidez.
Así, acostmubrados al destino asignado, consumían el paso de los días, sin reflexión alguna.
Bajaban la cabeza, para mirar el suelo sin orgullo, y volver a intentarlo, condenados al rechazo perpetuo y aparente de los que no se animan, o ya no pueden sentir.
La fiesta se presentaba restricta y los alimentos sucumbían la utopia de ser hoy carne o hueso, cartón o cristal.
En la quietud de lo inexplicable, los ojos hablaban el idioma perturbador de la pobreza. Las dos caras de la moneda y ninguna alcancía abierta para comprender la dispariedad de los sucesos.
De todas formas, así ha sido siempre.
El equilibrio ausente, cada año.
Incertidumbres y soy parte, de ese mundo ilógico y pienso, de todas formas, cuando los veo ahí y me pregunto que se festeja, a pesar de disfrutar de los adornos y la época victoriana, sin evolución alguna.
Te toca o no te toca. Que ganas de llevarte flores a la mesa. Que deseo sentido de que la palabra ilusión no sea solo eso.
Cuan faltos de motivos nos sumergimos en la vorágine del materialismo sin detenernos a proyectar fines humanos.
Los únicos que pueden salvarnos. Nacernos.
Cuanto oro encerrado en catapultas somnolientas y cubiertas de hipocresía. Cuanto caliz por derretir.
Entonces, somos pobres también, y ciegos de la vida.
Las uñas llenas de barro. Suciedad en cuotas a cada centímetro de piel. Zapatillas rotas y nadie que los reciba en nochebuena. El estómago crujiente y los piojos sedentarios de su polvo, compañeros de su ausencia...
El contraste absurdo de las fiestas.
El espíritu diverso, el aire caliente y la brisa suave del verano con olor a jazmínes.
La magia, a pesar de todo.
Y el vacío de esos ojos, que tienen hambre y miran brillantes las lucecitas blancas a la espera de otra imagen, que suprima la fotografía reiterada y egoísta de relojes, billetes y regalos falsos.
No me digas felicidades en estas fechas porque lloro.
Porque para aquellos que derraman ternura triste en sus manos austeras, todo el año debería ser Navidad.






2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una reflexión necesaria, dicha de una forma muy ¿humana?
un tipo de belleza también urgentemente necesario en estos tiempos.

Me gustó mucho!

Gisela Agut dijo...

Una ves me dijeron que la navidad era el renacer del ser humano, tiempos de movilizar el interior. Si todos los años nos replantearamos la humanidad que encierra el "ser humano" que distinto seria todo!

Me leen...