Las manos de Marumba tiritan arrugadas por el paso del tiempo y huelen a la tierra húmeda de los vientos del sur. No tiene edad en el cuerpo, al superar el centenario de su nacimiento ya no cuenta los días para el regreso, como si se hubiera vuelto una leyenda eterna que sus tataranietos contemplan con total naturalidad.
Marumbá camina despacio hacia el lago, con un cuenco de barro toma agua pura del deshielo y bebe de a sorbos la frescura de la naturaleza que se impone a sus pies majestuosa.
Su ropaje de hilos secos y lanas entramando coloridas, se funden con la trenza larga y gris de la que cuelgan los duendes que envuelven su imagen.
Los ojos de Marumba se sumergen profundos entre los surcos terracota de su cara. Sin embargo brillan intensos con la velocidad de la luz y la sabiduria de un búho en medio de la noche.
Nadie sabrá de unguentos y brujerías más que ella. No hay ser en la tierra capaz de sanar con una sola oración al Dios de la lluvia o una caricia superficial a la altura de la cien.
Marumba eleva su mirada al cielo, al tiempo en que suena cascabeles de pluma y piedras mientras el fuego quema hojas de colihues y aceites de flores de lavanda.
El humo enviciado de la olla de barro trae templanza a la tribu, y añoranza de buenos augurios.
En ese paisaje de ensueño recortado, contempla a sus pies el suelo inmenso con la esperanza de que su tierra natal, pueda morir libre de colonizaciones e inexplicable urbanidad.
En su mirada detenida, la imagen de una niña de largas trenzas le devuelve el recuerdo de su infancia mágica, superpuesto ahora en la visión de los incontables tataranietos jugando y corriendo incansablemente al borde del lago azul esmeralda.
La disputa de lo pequeños indios dilata la anciana atención de sus pupilas redondas y profundas como negras perlas de montaña. Algo la impulsa lentamente al acercamiento inevitable de su llamado a la paz.
Los niños paralizan sus movimientos al contemplarla llegar elevada con la suspensión del vuelo de un águila. Todo es silencio.
El cielo anaranjado ilumina el escenario y atraviesa las voces con el pensamiento de sus palabras.
¨Upen ayecan¨, murmura con voz sabia, esmerando sus fuerzas, su respiración pausada, sus latidos, al tiempo en que una brisa suave incrusta su cara con la frescura de las cosas esenciales.
¨Upen ayecan¨, repite con firmeza.
Upen ¨Olvidar¨, ¨Ayecan¨ reír siempre, reír sin embargo, a pesar de... en el idioma mapuche.
Sortilegios cotidianos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Etiquetas
- Cuentos para bajitos con sueños (1)
- de la catarsis (1)
- de la magia (2)
- De la música (1)
- de la patafísica (1)
- de la realidad (24)
- de las despedidas (1)
- De las incertidumbres (36)
- de lirios blancos (21)
- de lo cotidiano (2)
- De los aprendizajes (28)
- De los conjuros (16)
- de papel (2)
- dedicados (10)
- Del amor (97)
- del ayer (4)
- del dolor (3)
- del futuro (1)
- del mundo a mis pies... (7)
- del surrealismo (1)
- del tiempo (3)
- Experimentos de taller (1)
- Matías Acosta y Coni Salgado (1)
- Novela (3)
- Poesías en puntas de pie (1)
Para leer...
- mayo 2007 (7)
- junio 2007 (12)
- julio 2007 (16)
- agosto 2007 (21)
- septiembre 2007 (13)
- octubre 2007 (13)
- noviembre 2007 (7)
- diciembre 2007 (17)
- enero 2008 (15)
- febrero 2008 (10)
- marzo 2008 (8)
- abril 2008 (8)
- mayo 2008 (9)
- junio 2008 (5)
- julio 2008 (4)
- agosto 2008 (5)
- septiembre 2008 (5)
- octubre 2008 (4)
- noviembre 2008 (7)
- diciembre 2008 (8)
- enero 2009 (1)
- febrero 2009 (2)
- marzo 2009 (7)
- abril 2009 (4)
- mayo 2009 (9)
- junio 2009 (4)
- julio 2009 (2)
- agosto 2009 (1)
- octubre 2009 (1)
- diciembre 2009 (1)
- enero 2010 (3)
- febrero 2010 (4)
- marzo 2010 (1)
- abril 2010 (1)
- julio 2010 (10)
- septiembre 2010 (1)
- diciembre 2010 (1)
- marzo 2011 (1)
- abril 2011 (1)
- noviembre 2011 (1)
- abril 2012 (1)
- mayo 2012 (2)
- junio 2012 (2)
- julio 2012 (1)
- agosto 2012 (1)
- septiembre 2012 (1)
- julio 2013 (1)
- abril 2014 (1)
1 comentario:
Reir siempre a pesar del olvido, celebro haber pasado por tu blog, señora Salgado, esto duele pero resulta indispensable asumir lo que nos toca en las desesperanzas. Mi afecto de siempre.
Publicar un comentario