Sortilegios cotidianos
miércoles, 26 de septiembre de 2007
Mascaradas
" El carnaval del mundo engaña tanto
que las vidas son breves mascaradas..."
Juan de Dios Pesa
Para cuando abrió la puerta, el aire soplaba diáfano a la altura de su cien.
La claridad de las cosas no depende de la luz, pensó. Y no pudo evitar observar el escenario ante sus ojos. Lo que veía era precisamente lo que estaba buscando. La mezcla exacta entre el brillo y la penumbra. Entre la ausencia y la inmediatez.
- Vengo por una máscara - anunció al hombre que las vendía.
- De que tipo? - respondió el vendedor
- De esas de uso cotidiano, aplicadas para ocultarse, o para no dejarse ver...
Necesito que tenga ojos vacíos, perdidos en el hielo, que la verdad no pueda con ellos.Que la retina no conserve en la memoria las esquirlas de otras miradas y otros tiempos.También es de extrema urgencia que el rostro deslice dureza y frialdad, para que el calor no corra por sus mejillas y las sonrisas no titilen declinandose hacia abajo, frágiles al caer. Que el gesto simule un témpano, que avasalle realidades y palabras irrisorias, y promesas centrífugas y visiones presentes de adióses inevitables.
- Deme un minuto - auguró el vendedor arqueando sus cejas, pero antes de que iniciara su búsqueda fue interrumpido.
- Necesito también, que nadie logre reconocerme ante sus ojos, que no exprese sensatez, ni lágrimas y que pueda ocultar las distintas especies de penas que aloja el alma. Debiera también sugerir distancia en su expresión, para así lograr alejamientos fortuitos y evadir vinculos falaces. Que conserve la medida justa entre la soledad y el intercambio. Entre el miedo y el miedo. Entre la coraza y la ilusión.
Pero que no pueda, bajo ningun punto de vista,expresar el estado de quien la use...
Y que el amor, no la toque ni la sienta, ni la amedrente con la caña dulce que derrite hasta los huesos. Que evada del principio al fin, cualquier ambición de contacto. Que la belleza y el color, y el sabor de su boca no le besen la piel.
El vendedor vaciló un momento. Sabía que sus máscaras eran reconocidas por la gente. Sin embargo, pensaba que ninguna de ellas cumplía con esas características.
Y realizando un ademán negativo, de lado a lado con su cabeza, se inclinó para enunciarle arrepentido y expresó: " Tal vez, el carnaval que te hurge, no necesite máscaras, y baste tan solo, con un espejo..."
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1 comentario:
Mientras iba leyendo el texto, recordé en cuántas situaciones habría querido una máscara como esa, pero al llegar la final, tu cuento hizo como el vendedor, y me mostró que esa máscara ya la tengo... muy revelador, muy bueno... para pensar...
Besos!
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