¨Me reflejo en otras pupilas. Me someto a las igualdades subjetivas de las miradas diferentes...¨

Sortilegios cotidianos

domingo, 31 de enero de 2010

Faustina y Agustín

Novela - Capítulo I - Primera impresión


La primera vez que lo vió, no supo que lo amaba. El viaje desde las afueras de la ciudad llegó a su fin. Faustina caminó por la avenida ancha e ingresó en el edificio antiguo. Subió los escalones lentamente. Prefirió la escalera normal a la mecánica. Se acomodó la cartera cruzada y taconeo con estilo hasta llegar agitada hasta la cima del primer piso. En el hall central un mostrador alargado y lleno de trípticos culturales y afiches de muestras en cartelera atravesaba la entrada a las aulas. Los ojos devoraban el ambiente y las paredes repletas de arte incitaban a curiosear. El olor saliente de la librería invadía el aire con el aroma perfecto a café y libros. Faustina no estaba nerviosa, pero la expectativa era grande. Hacía tiempo que no tomaba un curso o asistía a alguna charla. ¿Cuántas veces pasamos por esa incómoda primera presentación? pensaba mientras se dirigía a informes.Era tímida, siempre lo había sido, sin embargo conservaba esa preferencia por probar diferentes tipos de actividades relacionadas con las artes. Hacía mucho tiempo que no escribía y en la página de internet el aviso se mostraba prometedor. Aunque tal vez no fue el aviso lo que la convenció de asistir al curso, sino la voz de Agustín.Habían hablado por teléfono un par de días antes, las posibilidades de que hubiera cupo en el curso eran casi nulas, sin embargo, él, le dijo que le guardaría un lugar.En el hall central del centro cultural la gente comenzaba a amarrocarse. Entre el bullicio de la confitería de la planta baja y la salida de otros cursos y eventos, Faustina se mantuvo entretenida mientras hechaba el primer vistazo general del espacio. La vidriera mostraba las recientes publicaciones ganadoras de los premios de novela Clarín y Planeta. Faustina se preguntó si podría alguna vez soñar con eso. Estaba comenzando a hacerlo cuando vió llegar a Agustín reflejado en la vidriera de la librería. Lo reconoció instantáneamente, aunque nunca antes lo había visto en persona. No se parecía en nada a la imagen que mostraba la foto de internet. Era de estatura mediana, tenía los ojos del color de la miel de caña y las facciones enmarcadas por el pelo corto y con tintes plateados.
Agustín llegó agitado y confuso, y se detuvo ante el escritorio de informes. Faustina pensó que debía acercarse para hacerle saber que había llegado y ya estaba allí.
- ¿Sos vos el profesor? preguntó con una sonrisa de inaguración
- Agustín asintió - sí, sí, sí... ¿como es tu nombre? en un rato empezamos, necesito un café - y no dijo nada más.
- Claro - murmuró Faustina intentando encontrar su mirada vagabunda y distante.

Agustín parecía extenuado. Como si hubiera corrido una maratón para alcanzar el subte de las seis, se notaba en su cara la expresión más evidente de quién necesita tomar asiento y relajarse unos minutos. Tenía la mirada perdida en las escaleras mecánicas y giraba su cabeza de lado a lado observando el tumulto de gente conversando en el hall central. Tal vez, buscaba confirmar si habían llegado todos. De su hombro izquierdo colgaba un bolso negro de cuero que contrastaba con su camisa blanca y el pantalón gris que le había regalado su mamá por enésima vez.
Faustina se apartó del mostrador para esperar. Se encontró con la mirada de una mujer alta y morocha con idénticas posturas a las suyas. Comprendió que también estaba esperando y sin dar vueltas la saludó preguntandolé si estaba allí por el curso. Ella asintió con una media sonrisa. Abrazaba un cuaderno morado de tapas duras y tenía los ojos de diferentes colores. Sentado en el suelo, otro alumno esperaba con el seño fruncido jugueteando con la lapicera sobre una libreta abierta de hojas amarillas. Una mujer pelirroja se sumó a la espera. Tenía un bolso con candado de metal y un reloj de brillantes. Un chico morocho de gruesas pestañas se aflojaba la corbata con una mano mientras sostenía con la otra un manojo de expedientes y un cuaderno. Pasaron diez minutos hasta que estuvieron todos. Diez minutos que parecieron una eternidad para Faustina.
Finalmente, Agustín y sus alumnos, ascendieron por las escaleras mecánicas hacia el cuarto piso.Con un poco de incomodidad y otro poco de expectativas, ingresaron en el aula, colocaron los bancos en círculo y realizaron una ronda original de presentación.
Así comenzó la clase inagural, la primera impresión.
Corría Abril del 2005, un mes en donde las almas se vuelan con las primeras hojas que caen, algunas cosas comienzan y otras continúan su curso de siempre, a través del otoño y de los días...



martes, 5 de enero de 2010

Noche de Reyes


A todos los niños del mundo...
para que nunca pierdan las esperanzas y nunca dejen de soñar...


La noche de Reyes simboliza en el mundo, la llegada de tres hombres extranjeros, tres magos de Oriente, que guiados por una estrella deseaban ofrecer sus riquezas al niño Jesús recién nacido. Esto ocurrió hace mucho tiempo atrás y luego la tradición fue distorsionada hasta llegar al hábito de colocar, cada cinco de enero, un par de zapatos con la esperanza de que los reyes pasen por allí y dejen su ofrenda como aquella noche mágica en Belén.

Pero Luisito no tenía zapatos.
Para entonces, tampoco tenía techo.
Pero sí tenía seis años de vida viviendo en la calle.
Por esas cosas raras de la infancia, la tradición llegó a oídos de Luisito, aun casi sin tener infancia y teniendo sin embargo, la ilusión que convierte a todos los niños del universo en seres iguales, a pesar de las diferencias.
Es cierto, Luisito no tenía zapatos, pero tenía inocencia y tal vez, esperanza.
La noche del cinco de enero, colocó debajo del puente de la autopista, en donde vive, un poco de pasto de la rambla y un recipiente con el agua que usa para lavar los vidrios de los conductores del semáforo.
Se recostó sobre la lomada verde de la autopista y miró el cielo. No hacía frío, era verano en la ciudad y las estrellas se veían con una nitidez asombrosa. Las luces de los autos lo reflejaban recostado, libre. El aire diáfano, el mundo a sus pies.
Su mamá estaba cerca, debajo del puente recostando a su hermanito menor sobre un colchón húmedo y vacío, sin sábanas.

- Quiero estar acá, dejáme, quiero ver el cielo a ver si vienen - dijo Luisito con la mirada perdida en el azul noche más profundo.

Y se quedó dormido.

La magia escondió a la luna y así asomaron los primero rayos del sol.

Cuando Luisito abrió los ojos, apenas pudo creerlo.

Una bicicleta reluciente lo esperaba junto al recipiente vacío de agua. El pasto había desaparecido. Una nota escrita de puño y letra en papel blanco estaba atada al manubrio de la bici.
Luisito no sabía leer, pero su mamá sí.

¨Gracias por ofrecernos agua y alimento, está bicicleta es para que puedas ir todos los días al comedor ¨Locos bajitos¨ de acá nomás, cerca del puente.¨


A Luisito se le dibujó una sonrisa amplia en la cara. Los ojos le brillaron con la misma intensidad de la luz. Jamás había soñado con una bici. Jamás había soñado siquiera, hasta la noche de Reyes.
Su mamá, lloró al terminar de leer la nota.

Los Reyes existen pensó Luisito, y viven acá a la vuelta, cerca del cielo.






Deseo






Este año, deseo tener memoria sobre los cartoneros
y hambre de tu hambre, ojos de miel, para poder compadecerte
Deseo los huesos de los frágiles y la boca sucia de los mal hablados
Deseo la rebeldía de las causas justas
deseo el asco a la cobardía de los privilegiados y de los privilegios
de los que se llenan la boca desde un despacho sin urgencias
Deseo un mundo con pan y sin paz
sí, sin paz, sin anestesia
deseo la justicia en acción
porque deseo una revolución que finalice con el adormecimiento de los corruptos
con la falsa sonrisa, y la hora señalada y la matanza masiva de los inocentes
y el fin de las vidas a quemarropa
que ninguna madre, esposa, hija, tenga que llorar por la tele a sus muertos...
deseo que la mano abierta se sature de monedas de oro
y que los estómagos callen los ruidos de estrépito agujereado de los que duermen en la calle
que los yuppies se vistan de arpillera y los pobres usen Hugo Boss
Siento que será el único camino para el equilibrio
para que el yin y el yang hagan lo suyo y nos encontremos
a la mitad de la balanza y la comprensión
en un mismo abrazo de entendimiento y de humanidad

Deseo la verdad pero sin esperarla en un sillón de terciopelo hindú
deseo buscar, desmenuzar cada pedacito de las cosas tal cual son
para poder enunciar una crítica o afirmar un suceso
Que la vida no me encuentre ajena a la sensibilidad humana...
Deseo que la gente que me conoce no me desconozca más
que los que me quisieron vuelvan a hacerlo algún día
que los que me quieren sigan haciéndolo para siempre
y que la amistad sea tan perfecta como hasta ahora...

Deseo más poesía de la que te brota sal de los ojos
Menos silencio cuando alguien pide a gritos una palabra real
más manos para hacer
y menos para rascarse
muchos besos que curen la carne rota y la herida abierta de todo un mundo deshecho, desarmado
deseo un poco de fortaleza para soportar la propia vida
y olvidar de a ratos la muerte de los desamparados
deseo la quema de armas
los robos del fracaso
y por sobre todas las cosas, la educación de los niños,
la buena educación,
sin ella, ninguna Nación puede tener cimientos sólidos

Deseo la abolición de la guerra
el sacudón del indiferente
Deseo más Sabina, mas Serrat, más Calamaro
Deseo que el recuerdo de tu risa me acompañe siempre
que la conexión de almas que hizo alguna vez cortocircuito, deje al menos un cable sin pelar
deseo que escribas, pero ya no deseo que me dediques un poema de amor
deseo que crezcas, pero que no te olvides el camino que recorrimos juntos
que recuerdes mi cumpleaños
mi mirada
que tu voz gruesa de poeta, no se me olvide
deseo que tus marcas no se borren, pero que pueda el sol seguir dibujando surcos en mi piel
quemando mis naves, haciendo jaque a la reina
deseo quedarme, aunque me haya ido
que estés, que nunca me abandones,
aunque me hayas olvidado.


Me leen...