¨Me reflejo en otras pupilas. Me someto a las igualdades subjetivas de las miradas diferentes...¨

Sortilegios cotidianos

lunes, 27 de octubre de 2008

La espera

María deja la taza azul de café a un costado, se pone su piloto crema y ajusta su enorme cartera al hombro. Gabriel tomas las llaves, apaga la computadora, y ordena uno a uno los tres libros en la repisa: primero aquel verde, más tarde ese del autor inolvidable, y luego este otro, de ya recordaremos quien. Los desliza entre los tomos de la biblioteca con total cautela empujándolos con su dedo índice lentamente hacia el fondo. Revisa las ornallas de la cocina y apaga todas las luces.
Está listo para salir. Solo entonces comprende que se siente un tanto incómodo con el sweter abrigado debajo de la campera naranja y gris. Entonces, enciende las luces nuevamente, se saca la prenda de lana y con el torso desnudo-apurado y el frío en la piel blanca y suave, se vuelve a vestir.
Ahora sí, llaves en mano y casa sin riesgos, se decide a cerrar la puerta, pero olvida el maletín justo al costado del escritorio.
María espera en el pasillo, aprieta el botón rojo del ascensor, tiembla,se abriga la garganta con la solapa y mete las manos en los bolsillos.
Se miran un instante en los espejos. Bajan.
Ahora salen y la calle está vacía. Corre viento helado y ganas de una frazada compartida hasta la nariz.
No sabemos cual es la hora exacta, ni podremos saberlo, porque la batería del celular se descargó y el reloj no tiene agujas.
Es tarde, y hay que depedirse.
Gabriel acompaña a María una cuadra y media hasta la parada del 37. Hasta que venga dice, entre siete y mil segundos.
Pero los minutos pasan y ningún vehículo se detiene en el lugar. María decide entonces acompañara a Gabriel a la vuelta de la esquina, en donde para el 42. Como la charla está entretenida, deciden regresar a la primer parada, en caso de que se acerque el colectivo. Pero vislumbran a lo lejos, que este acaba de pasar y va dejando su estela de humo a la distancia. Entonces vuelven, para ver si al menos Gabriel tiene esa suerte. Ahora esperan. Se observan los zapatos. Miran el cielo. Una luz redonda y blanca brilla alto en la oscuridad. Se ríen. Se hablan. Se miran. Se ríen.
Así, regresan a la parada del 37 para volver a regresar de a ratos a la del 42.
Se acompañan. Van y vienen una y otra vez. Van y vienen. Vienen y van.
Para no dejarse solos.
Para no volverse tristes.
Para que la soledad no los alcance,sin haber compartido la espera.


Junio de 2008

domingo, 26 de octubre de 2008

Imposibles

...




Si tuviera que enumerar cada cosa que nunca haremos comenzaría sin duda por hablar de sumergir tu mirada en mi pupila y viceversa. Seguiría con nombrar cada segundo volado fumándonos la piel. Podría ahora hablar de todas las comidas afrodisíacas que prepararíamos con una sola taza de azúcar. Puedo recordar que, algo que definitivamente no haremos será tirar piedras a orillas de un lago azul. No llamaremos al amor por su nombre, ni nos colgaremos relicarios para sentirnos más cerca. Nunca correremos al encuentro con el corazón a punto de explotar. No vamos a extrañarnos por las noches, ni vamos a escribirnos versos dedicados en papeles sueltos para perderlos en cada rincón de la casa. No limpiaremos bajo la alfombra ni colgaremos los cuadros. No podremos secarnos las lágrimas oxidadas mutuamente ni llevaremos la sal a la mesa. No nos contaremos historias ni compartiremos teorías. No madrugaremos desvelados, ni me acomodarás la almohada al cerrar los ojos. No lloraremos la misma risa. No discutiremos ni una vez. No vas a secarme la lluvia de los labios, ni voy a abrigarte aunque mis manos sean pequeñas. No va a volverse mi oído absoluto con tu voz. Ni se te va a herizar la piel con mis besos al despertar. Jamás nos emocionaremos en el cine con la misma película. Ni vamos a deshacernos al observar el hambre alrededor. No plantaremos flores en las macetas, ni regaremos de miel los desayunos. No lograremos deshacernos de los fantasmas. No protagonizaremos la última cena. No comeremos la manzana prohibida, ni buscaremos a Cain y Abel. No voy a comprarte pan tostado ni vas a ayudarme a prender la cadenita de mi cuello. No voy a sacarte los zapatos cuando caigas de sueño ni vas a quitarme el vestido cuando no pueda accionar la presilla del cierre.
No, claro que no vamos a bañarnos juntos.
No voy a esconderme para envolver tu regalo, ni vas a pasar sorpresivamente por el puesto de flores.
No voy a acariciarte la espalda en la arena, ni vamos a convertirnos en astronomos de una noche de verano.Nunca lucharemos en vano con tan pocos motivos. Ni caminaremos descalzos sin importarnos los vidrios de la vida. No vamos a gritar en una calle vacía para escucharnos el eco, ni imaginaremos como cambiar el mundo. No tendremos donde dormir una noche cualquiera. No le buscaremos formas a las nubes, ni nos sentaremos solos en el muelle. No nos asomaremos de vertigo al borde del abismo.
No vomitaremos la misma intoxicación, ni usaremos el mismo termómetro. No levantaremos en el aire las sabanas limpias. No revolveremos con la misma cuchara, ni estremeceremos con el perfume suave del naranjo en flor. No bailaremos un último tango en París ni conoceremos el malecón. No perderemos el tren. No voy a estrecharme a tu cuerpo tibio, ni vas a levantarme cuando el temporal inunde las esquinas. No prepararé tu torta de cumpleaños ni voy a estar entre tus deseos previos al incendio. No voy a aplaudirte orgullosa el día de la entrega de premios, ni voy a llenarte la frente con paños de agua fría.
No voy a reirme de tu nariz, ni voy a derretirme por tus manos. No vas a acariciarme el pelo con ternura, ni vas a leerme una y otra vez el mismo párrafo del mismo libro. No voy a hacerme fuerte cuando sientas angustia, ni vas a falsificar hipotesis para que no sufra de desilución. No voy a abrazarte el día en que te caigas, ni vas a construir castillos indestructibles solo para mí. No vamos a enojarnos, ni voy a pedirte que te vayas hasta nuevo aviso. No vas a lastimarme ni voy a comprenderte. No contare hasta tres y te encontraré a mi lado. No podremos arrepentirnos. No tendremos la certeza de saber que fué lo que pasó. No volaré sobre cielos de imposibles. No dormirás sobre mi panza hinchada. Ni llenarás de esperanza la espera. No entenderemos como sostenerlo. Ni se nos hará un nudo en la garganta al verlo por primera vez. No se te hará un oyuello eterno al sonreir. No compraremos chupetes, ni suspiraremos aterdeceres desteñidos, ni esparciremos de purpura los viñedos. No saldremos corriendo al hospital cuando la herida sangre, ni juntaremos las monedas para el almuerzo, ni compraremos caramelos en cada kioscko.No caminaremos las brújulas ni arrugaremos los mapas, ni beberemos felices del agua del deshielo.
No dejaremos de ser dos.
No van a sobrarnos las palabras, ni van a faltarnos los silencios.
No romperemos los relojes, no reahogaremos las rutinas, no quebraremos las crisis. No remontaremos barriletes, ni practicaremos la garganta en Do. No cerraremos las persianas, ni subiremos el volumen, ni burlaremos a la muerte. No firmaremos papeles, ni compartiremos el helado. No nos saldran las palabras en el momento justo. No tendremos la eterna convicción de que el mundo no volverá a ser el mismo. No te sabré indispensable, ni me amaras incondicionalmente. No apostaremos al futuro ni honraremos hoy, a cada instante. No habrá nada tan milagroso como habernos encontrado.


Estas son aquellas cosas que descansan en algún tintero sin pluma, de algún cuento no contado y que no leeremos nunca por miedo a escribirnos.



4 de diciembre de 2007

sábado, 11 de octubre de 2008

Cronometraje




Al tiempo en que el cómico se llevaba los aplausos, el niño recibía los besos de feliz cumpleaños, y la bala atravesaba el pecho abierto del soldado herido.
Fue casi al minuto exacto en que los cromosomas se fundieron, el político rompió en llanto, y la humanidad entera explotó en carcajadas.





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lunes, 6 de octubre de 2008

Compatibilidad

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El sexo cobra magnitud al imponerse avasallante como una condición fundamental del instinto animal escondido en las entrañas de los hombres. Como una fuerza brutal aparente irresistible impulsada por la tentación divina del perfume de los ojos, la atracción fundamental de la unión esencial y necesaria entre los cuerpos imantando como encastre. Es la sed pujante del deseo  que se nutre  y se vacía en la fluidez profunda del encanto alucinogeno desbordando de la boca, la lengua, los poros, la vida, la muerte, la magia, la carne abierta que acaba supurando vulnerable el temblor inconsciente del tacto que hierve la piel, despedaza el pecho y explota de sudor en la entrega acelerada y adictiva que declara exausta la derrota.


Pero es el amor, lo que definitivamente nos convierte en humanos.



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Me leen...